El poder terrenal se inclinó ante el poder divino.
Por: Limber Cambará Flores
La fé católica del pueblo josesano se puso de manifiesto con la presencia de miles de fieles, propios y posokás (visitantes), los cuales acompañaron al santo sepulcro con el cuerpo inmolado de Jesús de Nazaret, este Viernes Santo, reafirmando la creencia legada por los Padres Jesuitas, a poco más de trescientos años.
El desclave del cuerpo de Jesús inerte y bajado del madero para llevarlo hasta su sepulcro, fue un momento de profunda reflexión, que se cumplió en horas de la tarde, que hizo arrancar lágrimas a muchos feligreses. La perfecta representación que hicieran los nativos del lugar recordando a José de Arimatea, Nicodemo, María Magdalena, María la hermana de Lázaro y María la madre de Jesús, personajes bíblicos que vivieron esos momentos, dio lugar a una profunda meditación.
Los rituales religiosos, que continuaron con la santa procesión, celebrados en el centro histórico de la cuna de la cruceñidad, contó con la presencia de autoridades originarias, cívicas, políticas y educativas; sintiéndose la ausencia de las autoridades militares.
El momento cumbre del ritual religioso, fue el acto de reverencia que hizo el Alcalde Municipal, +Germain Caballero Vargas, con el estandarte del pueblo, ante el Santo Sepulcro del Nazareno, el cual descansaba sobre los hombros de veinticuatro penitentes que representaban a los Judíos. La primera autoridad del pueblo en representación de todos los vivientes, hizo flamear vigorosamente la bandera, ratificando la sumisión del poder terrenal y temporal, al poder divino y eterno; de esta forma quedaba legitimado que la creencia del pueblo chiquitano no podrá ser cambiada por ningún mandato.
Muchas personas que llegaron a San José de Chiquitos, en tren, bus o vehículos particulares, con el propósito de pasar una jornada de reflexión, arrepentimiento o formar parte activa de las costumbres chiquitanas en estas fiestas religiosas, expresaron su satisfacción con el pueblo josesano por compartir con el país y el mundo, su particular forma de celebrar la semana santa, que devuelve la fe y la esperanza al pueblo católico.
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