
Recordar la vida, pasión y muerte de Jesús de Nazaret, tal como lo hicieran trescientos años atrás los Padres Jesuitas que llegaron a estas tierras chiquitanas, para evangelizar a los nativos, es el principal motivo que tiene la gente de la capital del departamento y de otras latitudes del país y el mundo para llegar hasta este apacible y misional pueblo de San José.
La muestra de religiosidad, devoción y arrepentimiento que hace la gente de este añejo pueblo, durante la cuaresma y los días de Semana Santa, son expresiones heredadas de sus ancestros, que se mantienen intactas desde tiempos inmemoriales. Recorrer las calles que sirven de circuito procesional, las mismas que están recibiendo un revestimiento con coloridas losetas que forman diseños barrocos, dándole mayor vistosidad a las 13 cuadras por donde caminan los penitentes y feligreses, llevando en andas las diferentes imágenes que representan personajes de la pasión y muerte del Nazareno, se convierte en una de las principales atracciones turísticas de la “cuna de la cruceñidad”.

Para garantizar una buena estadía en San José, la Municipalidad y las instituciones locales han previsto buena calidad del servicio agua, seguridad ciudadana las 24 horas del día, atención médica permanente, y los servicios de expendio de alimentos, servicio de telefonía móvil, centros de Internet, además del servicio de taxis y motos a cualquier hora del día.
La expresión más profunda de fé se la puede observar el viernes santo cuando los nativos del lugar que representan a Nicodemo, José de Arimatea, San Juan Apostol, Maria Magdalena y María madre de Jesús, descienden de la cruz al hijo de Dios inmolado. El silencio fúnebre es interrumpido estrepitosamente por el redoble de las matracas que acompañan el pesado sepulcro cargado por 24 “judíos”.
Un ritual que es seguido muy de cerca por los posokas y los propios josesanos, es el flamear de la bandera frente a las imágenes que son llevadas en andas por toda la procesión. Después de realizar el recorrido y antes de hacer el ingreso al templo la autoridad encargada de llevar la bandera del pueblo, la hace flamear tres veces demostrando la fe viva de todas las personas asistentes, señalando que los pecados son limpiados y sobre todo demostrando la sumisión del poder temporal al poder divino y eterno de Dios, como también a sus ángeles y sus Santos, esta es una tradición paralitúrgica Colonial.