lunes, 1 de noviembre de 2010

AGRADECIMIENTO A SAN JOSÉ PATRIARCA

Autor: Limber Leonel Cambará Flores 
Por haberme dado la oportunidad de aprender y jugar bajo el techo antiguo y el patio colonial de mi escuelita Germán Busch, llena de naranjas y tamarindos. 
Por darme la oportunidad de bailar El bejuco, La lanza y El Sarao, con mis amiguitos de aquella época, Hugo Mamañá, Evaristo Poiquí, Ignacio Callaú y Carlos Caupí entre otros. 
Por las numerosas ocasiones de haber jugado Tuchún, tuja al salve pasará pasará, tuja al escondite, pollita ramada y tinajita encantada, mientras mis amiguitas del barrio jugaban macuca y a los palitos fácil. 
Porque me permitiste nacer, con la ultima generación de niños que jugó al fútbol en el campo de la juventud, quienes apenados vimos como unas torres de acero invadían nuestro lugar de diversión, destruyéndolo para siempre. 
Por haberme dado la ingeniosidad para fabricar mis camiones con latas de sardina o mortadela y sus ruedas con las plantillas de goma de mis chinelas viejas. 
Porque siempre tuve un bicu bicu, un trompo, un enchoque, una onda o un volantín con que jugar. 
Por darme la oportunidad de conocer el otrora caudaloso y hoy desaparecido arroyo Sutó, al que vi por primera vez desde la quinta de doña Purita, en un paseo de mi curso, en primero básico. 
Por darle luz a mis ojos que me permitieron ver a los tucanes, las chaisitas, las torcasas, las totaquis y las garzas; el color del jarajorechi y la belleza de las hurinas. 

Porque en muchas ocasiones, permitiste que percibiera el aroma de los jazmines, la albahaca, la tierra recién mojada por la lluvia y la combinación de tierra con estiércol de vacas y caballos, en los corrales de las estancias ganaderas. 
Por hacerme escuchar el silbido del viento de invierno, el chillar de los cucos en noviembre, el canto de los cardenales, maticos, tordos, jichitarumaces, taracoeces, loros y socoris en los chiribitales y monte alto de la espesa llanura josesana. 
Por haberme protegido cada vez que andaba por los caminitos de nuestro pueblo, vendiendo birulo, empanada, budín, gelatina de pata, limonada al hielo, guineo por docena, totaí por litro, empanisau por barra o alfeñique por unidad. 
Por haber bendecido las manos de mi abnegada madre que en mi niñez me preparaba los sabrosos maneau, locros de gallina criolla o majaditos con yuca, plátano y huevo frito de 2 yemas encima. 
Por permitir que germinen en el canchon de mí casa, el motojobobo, el pachío, la guayaba, la chirimoya y la toronja, sabrosas frutas que acompañaban mi alimentación de cada día. 
Por darme la alegría de compartir en cada carnaval, con todos los niños de mi pueblo, en la comparsa “Los Colichis”, organizada por los periodistas de la Radio “San José”. 
Por que me diste la balsamina para sanar de los granos de viruela que cundieron mi cuerpecito y la alegría de brincar bajo la torrencial lluvia, para sanar de los pitaíses. 
Por haberle dado la gran fortaleza a mi papá para que me alzase en sus hombros con el afán de que yo pudiera ver sin ninguna dificultad, a los judíos que bailaban alrededor del Nazareno crucificado, en cada semana santa. 
Por darme la oportunidad de ver, en el Estadio Saul Vaca Justiniano, a los famosos jugadores de la Tahuichi, tales como Minina Ardaya, Panchito Takeo, Roly Paniagua y otros, quienes enfrentaron a jugadores de la talla de Doctor Salvatierra, Cachento Villarroel, Fito Parada y Roly Montero entre otros.
Por haber permitido que nazca sanito y medio bonito. 
Por eso y muchas cosas más. 
GRACIAS SAN JOSÉ PATRIARCA.

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