Recordar la vida, pasión y muerte de Jesús de Nazaret, tal como lo hicieran trecientos años atrás los Padres de la Compañía de Jesús, quienes llegaron a estas tierras para evangelizar los nativos chiquitanos; es el motivo principal que tiene la gente de la capital del departamento, de otras latitudes del país o de cualquier parte del mundo, para llegar hasta San José y vivir la Semana Santa más concurrida de las Misiones Jesuiticas.
La expresión más profunda de fé se la puede observar el Viernes Santo, cuando los nativos del lugar que representan a Nicodemo, José de Arimatea, San Juan Apóstol, María Magdalena y María madre de Jesús, descienden de la cruz al hijo de Dios inmolado. El silencio fúnebre es interrumpido estrepitosamente por el redoble de las matracas que acompañan el cuerpo inerte que descansa sobre un pesado sepulcro, que es cargado por 24 “judíos”.
Otro ritual que es seguido muy de cerca por los posokas y los propios josesanos, es el flamear de la bandera frente a las imágenes que son llevadas en andas por toda la procesión. Después de realizar el recorrido y antes de hacer el ingreso al templo la autoridad encargada de llevar la bandera del pueblo, la hace flamear tres veces demostrando la fe viva de todas las personas asistentes, señalando que los pecados son limpiados y sobre todo demostrando la sumisión del poder terrenal y temporal al poder divino y eterno de Dios, como también a sus ángeles y sus Santos. Esta es una tradición paralitúrgica Colonial.
Para llegar a san José se lo puede hacer en bus, trufis o tren a un costo promedio de Bs. 60 el pasaje, en tanto que la hotelería entre Bs. 90 y 150.