Los alcaldes y concejales de Pailón, San José, Puerto Suárez y Puerto Quijarro, juraron al ejercicio de sus cargos en el atrio del Templo Jesuítico Misional de San José de Chiquitos, haciendo la señal de la cruz ante un crucifijo, donde el juez de Sentencia y de Partido, Raúl Moreno Arredondo, los arengó a “no caer en rencillas políticas” y, sobre todo, “renunciar a bagatelas prebendalistas”, y les pidió que respondan a viva voz al compromiso que asumen como autoridades municipales.
No asistieron los alcaldes y concejales de Roboré y El Carmen Rivero Torrez. El juez Moreno indicó que hoy se trasladará a esas secciones municipales, porque efectuó un compromiso a pedido expreso de realizar la ceremonia en ambas poblaciones.
La ceremonia de posesión empezó a las 11:00, pero desde tempranas horas empezó la gente a congregarse en céntrica e histórica plaza Padre Felipe Suárez. Llegaron delegaciones desde Pailón y la provincia Germán Busch, portando las banderas de sus respectivas agrupaciones ciudadanas ganadoras de los comicios electorales. Hubo temor de que el acto público se suspendiera en ese sitio, debido a que San José amaneció con vientos de sur y una llovizna intermitente, que se disipó alrededor de las 7:30.
Centenares de sillas fueron colocadas en la avenida frente al templo, reventaron petardos y una banda de música le dio el toque de fiesta al acontecimiento que el cacique mayor de los pueblos chiquitanos Ramanucas y Piococash, Juan Casupá Durán, calificó como “singular y único”, y también como el comienzo de una mayor integración entre el área urbana y las comunidades de esta región este del departamento.
Pero más allá de los comentarios acerca de la ceremonia festiva, se resaltó la presencia en el estrado, el representantes de las comunidades ayoreas, cuyo 'dakasuté' (autoridad máxima en la lengua de esa etnia), Oto Chiqueno, agradeció y comprometió la participación activa de todos sus hermanos. "En esta gestión municipal estaremos presentes apoyando las actividades, porque al fin nos toman en cuenta, ya que siempre estuvimos abandonados” señaló. Luego le colocó en la cabeza del alcalde reelecto, Germaín Caballero, una especie de vincha fabricada con cuero sacado de la pierna derecha de un tigre, como simbolismo de fuerza y poder. Juan Casupá hizo lo propio, pero con el clásico bastón de mando de los Ramanukas y Piokokaxh, y la Central de Comunidades Indígenas Chiquitanas le entregó un sobrero de paja.
En la medida que se desarrollaba la ceremonia calificada por los concurrentes como encuentro de la hermandad chiquitana, el ambiente festivo iba en aumento. Los temores de que pudiesen surgir problemas por cuestiones políticas, como por ejemplo por alguna actitud de los opositores al recientemente reconocido como alcalde de Pailón, Carlos Alberto Ruiz, se disiparon cuando un grupo comenzó a corear su nombre y flamear banderas.
“Hubo madurez, la gente no quiere líos, precisa paz y esperanza de oportunidad de trabajo”, mencionó Ángel Chávez, director de la radioemisora San José.
La alcaldesa saliente, Shirley Salvatierra, calificó este acontecimiento como un hito en el que se reafirma el compromiso de no repetir los errores del pasado, en lo que corresponde a la administración de la comuna, y dijo que con esta participación de la gente se vuelve al concepto que pretendían los jesuitas fundadores de la misión de San José, de que “se consolide un pueblo de Dios”.
En el mismo atrio se instaló la primera sesión plenaria del nuevo Concejo con la elección del directorio Ad Hoc, cuya presidencia recayó en el ex dirigente de la Central Indígena Turubó, Ronald Zeballos, que al momento declaró cuarto intermedio hasta hoy a las 16:00, para que en reunión interna se nombre a la directiva oficial.
El alcalde de San José, en su calidad de anfitrión, hizo uso de la palabra para destacar la asistencia de los ediles pailoneños, porteños y quijarreños, y al empezar su discurso formuló un llamado al gobernador departamental, Rubén Costas, y al presidente del Estado Plurinacional, para que brinden apoyo al crecimiento y desarrollo a esta región que siempre estuvo marginada de los beneficios del poder central.
Puso de relieve la importancia que adquiere San José en el contexto nacional e internacional, gracias a la carretera Transcontinental que está en fase de conclusión, y que significa un signo de mayor integración no únicamente con la capital del departamento, sino con todas las latitudes del continente.
Asimismo demandó el respaldo de todas las fuerzas vivas de la población, a la que calificó como “mi gran familia”. Efectuó un compromiso público de dedicar los recursos municipales asignando prioridad a la salud, con el fortalecimiento del seguro de salud chiquitana que está vigente, y materializar el plan de construir un terminal de buses, mercado modelo, alcantarillado santario, además del proyecto que la comuna está tramitando, de crear la Universidad Pública Chiquitana en esta capital provincial.
Pinceladas
Pipi, nunca falta a los actos públicos, sea de la jerarquía que sea. Esta vez se colocó en primera fila, y solito hacía vivir a todos los alcaldes. La gente considera la conducta de Pipi como parte de las tradiciones de este pueblo.
No faltó el perro solitario, como dice la gente, que aparece en ceremonias festivas y que se pasea entre los que están serios en una escena formal. Esta vez fue una perrita flaca que se acomodó junto a la mesa donde se desarrollaba la transición de mando.
Los dirigentes de la etnia ayorea, estuvieron presentes en el estrado, luciendo los bolsos que ellos tejen como parte de sus costumbres en el rubro de las manualidades nativas.
Alrededor de 100 personas conformaron la comitiva que llegó desde Puerto Suárez y Puerto Quijarro.
En los discursos se exaltó el hecho de que todos hicieron la señal de la cruz al momento del juramento, mientras el presidente del Concejo, Juan de Dios Rivero, dijo que en realidad no era necesario decir que juren por sus creencias, pues el mismo hecho de estar frente al templo y ante una cruz, identifica el sentimiento de todos los presentes.
Si bien la ceremonia tuvo como epicentro el templo misional, el padre Hubert Fleidl, párroco de esta casa de Dios estuvo como un miembro más del público, pero alejado. Al preguntarle por qué no se acercaba, dijo que ése era el lugar que le correspondía en un acto de transición de autoridades locales, y que a él le corresponde orar porque todos trabajen con éxito en favor de la gente.
La ceremonia concluyó con petardos y sonar de bocinas de decenas de movilidades que estaban en los alrededores de la prinicipal plaza josesana.
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