El Domingo de Ramos en San José de Chiquitos se erige como una profunda manifestación de fe y una viva tradición que perdura desde la época de las reducciones misionales. La comunidad chiquitana, cuna de la cruceñidad, revive cada año con fervor este inicio de la Semana Santa, manteniendo las costumbres inculcadas por los jesuitas y transmitidas de generación en generación.
Rememorando tiempos pasados, la procesión del Domingo de Ramos tenía un punto de partida emblemático: la Plazuela del Estudiante. Desde allí, la comitiva se dirigía solemnemente hacia el templo por la Calle Jesús Chávez, marcando el inicio de una jornada de recogimiento y devoción.
Un personaje inolvidable en la preparación de esta celebración era el dinámico Cacique General, Don Ramón Vaca (+). Con dedicación y en compañía de los miembros del Cabildo, Don Ramón se encargaba personalmente de cortar los cogollos de motacú, asegurando que cada feligrés contara con sus palmas para la bendición en la Plazuela del Estudiante. Este acto simbolizaba la conexión profunda entre la comunidad y la naturaleza en la expresión de su fe.
Las fotografías de antaño nos transportan a una San José de Chiquitos con un paisaje urbano diferente. En el recuerdo visual de aquellos Domingos de Ramos, se distinguen las desaparecidas casas de Don Juan Sin Miedo, Don Moisés Montero y la popular Cantina "La Vaina", testigos silenciosos del devenir histórico de la ciudad.
Hoy en día, por las calles donde se desarrollan los rituales religiosos, del tradicional Domingo de Ramos se continúan repitiendo las escenas como si el tiempo se hubiera detenido. Las imágenes actuales reflejan la misma expresión de fe que ha caracterizado a la población chiquitana a lo largo de los años. Tal como lo sembraron los jesuitas en la época de las reducciones misionales, el pueblo nativo supo integrar las enseñanzas de la Iglesia Católica a su modo de vida, manteniendo intacta la esencia de esta importante celebración religiosa.
El Domingo de Ramos en San José de Chiquitos no es solo un evento religioso, sino una manifestación cultural que conecta el pasado con el presente, reafirmando la identidad y la profunda fe de su gente, cuna de la cruceñidad. La tradición se mantiene como un legado invaluable, transmitido con amor y devoción a las nuevas generaciones.